martes, 5 de marzo de 2019

El efecto invernadero

En la actualidad nos encontramos con frecuencia abordados por noticias que hablan del calentamiento global, la emisión de gases de efecto invernadero, la desaparición de los glaciares, etc. Incluso dicha temática ha sido llevada al cine en algunas ocasiones, como es el caso de la película Waterworld, donde la humanidad sobrevive en ciudades flotantes debido a la ausencia de tierra firme a causa de la desaparición de los casquetes polares.
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Toda esta temática futurista, a la vez que catastrofista, viene sustentada en un fenómeno tan temido como necesario para el mantenimiento del equilibrio del planeta Tierra: el efecto invernadero. Este fenómeno se produce como consecuencia de la retención de parte de la energía que la superficie planetaria emite al haber sido calentada previamente por la radiación solar. Además, sucede en todos los cuerpos planetarios rocosos dotados de atmósfera, evitando que la energía recibida del Sol vuelva inmediatamente al espacio. Se produce entonces, a escala planetaria, un efecto similar al observado en un invernadero.

Hay que destacar, por tanto, la importancia de este fenómeno ya que, de no producirse en nuestro planeta, no sería posible la vida tal y como la conocemos. En ese caso, la temperatura en la superficie estaría en torno a los -18ºC. Por ello, las temperaturas de las que gozamos hoy día en nuestro planeta son consecuencia de un complejo e ideal equilibrio energético.


Para que se produzca este equilibrio energético es necesario que el calor que entra en el conjunto del planeta, sea igual al calor que se emite al espacio, puesto que de lo contrario, si entrase más calor del que sale, tendríamos un incremento de temperatura dentro del sistema, y viceversa. Esto es lo que se conoce como balance energético de la Tierra, y su equilibrio actual permite mantener la temperatura dentro de un estrecho margen que posibilita la vida.

En este proceso de entrada y salida de energía, a la radiación solar que llega al sistema pueden suceder varias cosas.

Por una parte, la radiación solar al llegar a la atmósfera puede ser reflejada por las nubes, de forma que tal y como viene, se devuelve al espacio. Puede suceder también que esta radiación no sea reflejada y atraviese la atmósfera, comportándose la atmósfera como un cristal transparente a dicha radiación.

La radiación que ha conseguido atravesar la atmósfera y que llega a la superficie, parte será reflejada por la superficie sobre la que incida como si de un espejo se tratase al igual que sucedió con las nubes, cogiendo rumbo de nuevo al espacio tal y como vino. Como esa radiación ha sido reflejada tal y como llegó, sigue teniendo las mismas propiedades que a su entrada en el sistema, por lo que la masa de aire de la atmósfera sigue siendo transparente a su paso, no contribuyendo dicha radiación al calentamiento, pues tal y como entra se va.

Pero puede suceder que esa radiación no sea reflejada, de forma que parte contribuirá al calentamiento de la superficie sólida del planeta, y parte se almacenará en forma de calor latente de evaporación contribuyendo a la formación de las nubes y devolviendo dicho calor al sistema cuando se produzcan las precipitaciones de las mismas.

En cuanto a la radiación que incidió sobre la superficie sólida y que contribuye al calentamiento de la misma, esta es devuelta rumbo al espacio exterior en forma de radiación menos energética, también denominada radiación de onda corta o radiación infrarroja, ya que parte de la energía de la radiación inicial procedente del sol ha sido transformada en energía calorífica que mantiene templada ahora la superficie. Dicha radiación infrarroja en su paso a través de la atmósfera se encuentra con obstáculos, de forma que gran parte es nuevamente reflejada dirección a la superficie, aunque otra parte escapa al espacio. En dicho retorno hacia a la superficie, sigue contribuyendo al calentamiento del sistema, y gracias a esto se mantiene templada la superficie del planeta.
 
Un fenómeno similar es el que se experimenta en el interior de un coche que se encuentra al sol con las ventanas y puertas cerradas y que tantas veces hemos visto en los programas de sucesos cuando por desgracia alguien se deja olvidado un bebé o una mascota en su interior. A través de los cristales, transparentes a la luz visible, penetra la luz procedente del sol. Esta incide sobre los materiales del interior del coche, generalmente oscuros y debilitan esa radiación tan energética como es la luz visible, transformándose esa radiación en otra de menor energía y calor, el cual calienta los materiales del interior del vehículo. Esa radiación menos energética, la radiación infrarroja, se emite en todas las direcciones y, al igual que sucede con el sistema “planeta Tierra”, intenta escapar del mismo, pero debido a las propiedades del cristal del coche, que no es transparente a la radiación infrarroja como sí lo era a la luz visible, dicha radiación es reflejada de nuevo hacia el interior del vehículo, produciendo un calentamiento del mismo.
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Se podrían citar más ejemplos, como es el fenómeno que sucede en un invernadero, de ahí el nombre del fenómeno, o el fenómeno que tiene lugar para el aprovechamiento de la energía solar en las placas solares destinadas a la producción de agua caliente sanitaria. Todos ellos están basado en el mismo fundamento.
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Como se ha dicho anteriormente, este fenómeno es completamente natural y necesario, y es debido a las propiedades de los gases que constituyen la atmósfera.

El problema del que tanto se habla en la actualidad es como consecuencia de la alteración de la composición de la atmósfera por emisión de gases denominados “gases de efecto invernadero”, que son aquellos regulan la salida o reflexión de la radiación infrarroja de la que hemos hablado antes.

Entre estos gases se encuentran fundamentalmente el dióxido de carbono y el óxido de nitrógeno emitidos, por automóviles y centrales térmicas desde la revolución industrial. Si a este fenómeno le añadimos la problemática de la deforestación, que ha limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono, tenemos el caldo de cultivo óptimo para justificar el continuo crecimiento de gas dióxido de carbono en la atmósfera y su relación directa con el incremento de la temperatura media global, así como la explicación de la continua reducción del casquete polar que prevé acabar con la mayor parte del mismo para finales de este siglo.
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Para evitarlo o paliar las consecuencias de este inminente proceso de calentamiento  global se han tomado medidas   por parte de organismos internacionales que han puesto de acuerdo a numerosos países con vistas a garantizar una inminente pero progresiva reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero.  El punto de inflexión  es esta nueva política contra el Calentamiento Global parte de la firma del Protocolo de Kioto, donde se describe un calendario con objetivos marcados para cada uno de los países firmantes en función de sus nivel de desarrollo económico e industrial, presencia de sumideros de CO2 con capacidad regenerativa, es decir, zonas verdes, etc.

Pero también desde el punto de vista del ciudadano de a pie, como lo somos tú y yo, existen formas de aportar nuestro granito de arena para entorpecer este proceso de calentamiento inminente del planeta,   como es el uso eficiente de la energía, la reducción de emisiones de gases producto de la quema de combustibles fósiles, por ejemplo mediante el uso de transporte público, fomentando el mantenimiento de las zonas verdes, y en definitiva el uso del sentido común en cuanto a conciencia medioambiental se refiere.

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